El argentino de bien salió una noche de
diciembre a golpear la cacerola a hacerse dueño de la historia
Brillaba en sus ojos una chispa de gloria
Y un año después leía el diario en la playa
Y hundiendo los pies en la arena decía:
No puede ser... no puede ser, que es lo que
quieren ahora. ¿Quieren comer?
El argentino de bien